La Sabana de Bogotá estuvo cubierta por un extenso lago durante casi 3 millones de años. Su gradual desecamiento configuró un territorio anfibio –donde el agua se fundía constantemente con la tierra–, que por miles de años favoreció el establecimiento de diversos grupos humanos. Sin embargo, en los últimos siglos el proceso de poblamiento y urbanización ha modificado radicalmente este paisaje, hasta el punto de que se han hecho excepcionales los espacios donde el agua sigue haciendo presencia de forma natural. Desde sus inicios, la ciudad de Bogotá se construyó a prudente distancia, o a espaldas, de ríos y zonas inundables, llegando a intervenir y desecar gran parte de sus cuerpos de agua. Para ilustrar esta dinámica regional, presentamos un bosquejo histórico, a escala local, de la transformación y huellas del agua en las antiguas “Malezas de El Salitre”, un sector que hasta comienzos del siglo XX se mantuvo “salvaje” y “pantanoso”, y que hoy ocupa el corazón geográfico y uno de los principales pulmones de la ciudad. Parafraseando a Lord Byron, que en el siglo XIX sentenció que “el polvo que pisamos estuvo una vez vivo”, se podría afirmar que en Bogotá y su Sabana, “la tierra que pisamos alguna vez estuvo húmeda”.
“Todo esto era potreros, lagos y malezas”. Alfonso Martínez, 77 años.
Como todos los días, Alfonso tenía que recorrer a pie más de 7 kilómetros de ida y vuelta, desde su casa en un borde del barrio San Fernando, hasta su escuela en el Centro Don Bosco sobre la calle 26. A pesar de la distancia, el trayecto estaba lejos de ser fatigoso o monótono, pues atravesaba un paisaje idílico, asiento de múltiples cuerpos de agua y de una vegetación exuberante que servía de refugio a una insospechada diversidad de fauna sabanera. Para un niño de la década de 1950, habitante de un barrio obrero en el entonces límite noroccidental de Bogotá, este paraje representaba un verdadero escenario “de película” para sus aventuras:
“Por aquí bajaba un río de agua clara con pescaditos, era lo más bonito… todo era maleza, había un lago, y ahí se ahogó mucho chino… era pura selva… era maleza alta, árboles grandes, arbustos grandes… habían pájaros de toda clase, habían lagartijas, habían culebras, habían sapos, había una cantidad de pájaros, era como una selva, se oía el ruido de los pájaros y todo, y todos los chinos iban a cazar pájaros, todos teníamos flechas… y eso era una aventura… para nosotros era una aventura pescar porque llevaba uno un canasto con un lazo y lo botaba al riíto ese, era un arroyo, y cogía pescaditos de colores, pequeñitos, no eran de comer… habían patos, águilas, unos pájaros grandes… mejor dicho, para mí eso era toda una película…” (Alfonso Martínez, 77, Comunicación personal, 2023).
El paisaje de su niñez que rememora Alfonso Martínez, mi tío, corresponde con lo que hasta mediados del siglo XX se conoció como las “Malezas de El Salitre”, un sector “salvaje” y pantanoso al norte de la antigua hacienda El Salitre, que desde finales de la década de 1930 empezó a ser ocupado por barrios como San Fernando, Modelo, San Miguel, Bellavista o José Joaquín Vargas, así como por el parque Simón Bolívar y el resto del complejo deportivo y recreacional de El Salitre, al noroccidente de Bogotá. Desarrollo urbano que en los últimos 70 años se ha venido implantando como lo ha hecho casi toda la ciudad desde su fundación hispánica: evitando y, en lo posible, erradicando todo rastro del agua, elemento vital que durante milenios se fundió con la tierra estableciendo en la sabana de Bogotá un reino anfibio, hoy ya desecado.
El Salitre: de pantanos a ejidos y de hacienda a parques y urbanizaciones
Quizás la más antigua referencia que se conoce de un lugar denominado “El Salitre” en el territorio que hoy ocupa la ciudad de Bogotá, se debe al ingeniero español Carlos Francisco Cabrer, quien levantó uno de los primeros planos de Santafé y sus alrededores en 1797. En este se puede identificar que en sus afueras, hacia el noroccidente, entre el Camellón de Occidente (calle 13) y un camino que en temporada seca se usaba para ir a Zipaquirá (Cra. 30 aprox.), se encontraba el “pantano del Salitre”, una zona inundable que recibía las aguas de la quebrada de San Diego, la cual bajaba de los Cerros Orientales y marcaba los extramuros de la ciudad por la actual calle 26.
Detalle del “Pantano del Salitre”, en el “Croquis de la ciudad de Santa Fé de Bogotá y sus inmediaciones”, 1797. Levantamiento de Carlos Francisco Cabrer.
En el mismo mapa se localizan otros pantanos como el de La Capellanía (hoy en la localidad de Fontibón) y en general numerosas áreas cenagosas, hasta ese momento anónimas para los españoles, que confirman la percepción que se tuvo desde inicios de la invasión europea y que persistió durante el periodo colonial, de que la Sabana de Bogotá era un territorio de difícil domesticación; consideración que llevó a fundar Santafé en un sector alto, al refugio de los cerros y alejado lo más posible de las tierras anegadas y las inundaciones estacionales.
En efecto, desde la memoria y los mitos de los indígenas muiscas –ancestrales habitantes de la Sabana– se sabe que este territorio había experimentado, en un pasado muy remoto, grandes inundaciones que solo pudieron ser aliviadas por la intercesión de Bochica, su deidad bienhechora. Misma intuición que con el tiempo recogieron viajeros ilustrados como Humboldt (1802), quien observó que la formación de esta planicie a 2600 msnm solo podía ser explicada por la sedimentación milenaria de un gran lago que habría existido sobre la Sabana y que denominó “Funzhe”. Hoy día, gracias al trabajo de investigadores como Thomas van der Hammen (1996), entre otros, se cuenta con suficiente evidencia de que dicho lago se formó hace unos 2,5 millones de años, durante el periodo Pleistoceno, y que tras múltiples fluctuaciones geológicas y climáticas, finalmente se empezó a desecar hace unos 27 mil años, conformando en su vaciamiento la cuenca fluvial del río Bogotá, nutrida por numerosos afluentes, así como por remanentes lacustres y zonas pantanosas que hoy conocemos como “humedales”.
El lago pleistocénico y la sabana de Bogotá.
Izquierda: área que habría ocupado el lago que cubría la sabana de Bogotá durante 2, 5 millones de años hasta hace unos 27 mil años. Dibujo de Diego Martínez Celis sobre base de Google Maps.
Arriba derecha: Vista de la Sabana de Bogotá hacia el noroccidente. Se detallan los cerros de Suba y más al fondo los de Cota. Abajo derecha: Sector de la sabana de Bogotá, posiblemente Engativá, con áreas anegadas.
Fotos de Horst Martin, 1934 /1937. www.deutschefotothek.de
A pesar de esta condición, las tierras inundables no fueron obstáculo para que, durante más de 12 mil años, los pueblos indígenas poblaran y se asentaran en este territorio con éxito, desarrollando ingeniosas y armónicas formas de convivir con el agua. Esto permitió que, hace aproximadamente 2 mil años, comenzaran a aprovechar las tierras anegadas como campos de cultivo, mediante la construcción de un sofisticado sistema de manejo hidráulico con base en zanjas y camellones, que más que controlar el agua, buscaba adaptarse a ella (Boada, 2006 y Rodríguez Gallo, 2019).
Camellones de cultivo prehispánicos.
Izquierda: área del sector de la Conejera (Suba) que hasta mediados del siglo XX conservaba aún las huellas de camellones de cultivo prehispánicos. Aerofotografía del IGAC, Bogotá.
Derecha: Recreación del sistema de camellones de cultivo prehispánicos. Ilustración de Jhon Mahecha y Diego Martínez Celis, 2017.
Por el contrario, a los españoles, que estaban acostumbrados a habitar las yertas tierras peninsulares, donde escaseaba el agua, se les dificultó comprender, y por tanto aprovechar, el carácter anfibio de la Sabana, por lo que prefirieron asentarse lejos del agua y bajo el amparo de los cerros de Monserrate y Guadalupe, usando los ríos San Francisco (hoy calle 13) y San Agustín (hoy calle 6ª.) como los límites inevitables de su incipiente ciudad, implantada en forma de cuadrícula o “damero”. Sin embargo, al crecer y rebasar sus extramuros, este ortogonal modelo urbano se empezó a fracturar y distorsionar al tenor de los cursos de los ríos y quebradas que iban encontrando a su paso, obligando a la construcción de puentes, canales y otro tipo de infraestructura para “lidiar” con la omnipresencia del agua en la ciudad.
Traza urbana de Santa Fé de Bogotá en forma de “damero”. Nótese la relación de la cuadrícula con los ríos San Francisco y San Agustín, que para el siglo XVIII ya se habían sobrepasado, y los nuevos límites marcados por otras quebradas.
Izquierda: “Croquis de la ciudad de Santa Fé de Bogotá y sus inmediaciones”, 1797. Levantamiento de Carlos Francisco Cabrer.
Derecha: Vista de Santa Fe en 1772. Dibujo de Joseph Aparicio Morata.
Tras la inicial división de los predios de la ciudad en solares, huertas o estancias de pan y ganado, también se determinaron los linderos de otro tipo de repartimientos como las mercedes de tierra (otorgadas por la Corona), las haciendas, y los resguardos de indios, así como el de los ejidos, es decir, de ciertas tierras a las afueras de la ciudad, conformadas por pastizales o bosques, destinadas para el aprovechamiento común de sus recursos (agua, madera, caza, etc.).
Es en estos primitivos ejidos de Santafé en que se inscribe una zona que se denominó “El Salitre”, quizás por la existencia de este mineral o de alguna fuente de aguasal de cuya memoria se ha perdido el rastro, y que en su paulatina conformación llegaría a tener los siguientes límites:
“Partiendo de la Punta de Suba, desde donde comienza el lindero de la hacienda Juan Amarillo en el río que hoy lleva su nombre, se sigue en dirección general suroccidente por el lindero oriental de las antiguas haciendas de Juan Amarillo, de Salazar y de Chiza (después Chice), hasta encontrar el camino de Engativá en Camavieja; y de allí a buscar el río San Francisco para subir por el Puente Aranda; y de aquí, por el mismo río arriba, hasta donde se aproxima al río Fucha en el lindero de la antigua hacienda de la Chamicera; y el río Fucha arriba hasta el camino de Tunjuelo, de donde sigue a la plazuela de Tres Esquinas y de esta a las de San Diego; se continúa por el llamado camino de El Salitre, y después por el lindero occidental de esta hacienda hasta encontrar el río del mismo nombre, que después toma el de Rionegro, y por este a la punta de Suba”. (Carrasquilla, 1989).
Con el tiempo, estos límites se fueron transformando y reduciendo, dando espacio a la conformación de haciendas como la de El Salitre, que llegó a tener 2.200 fanegadas (aprox. 14 km2) y que situaba parte de sus tierras dentro del ejido. Esta hacienda bordeaba la ciudad por el occidente “siguiendo el río Arzobispo –que después se convierte en río Salitre–, comenzando por el sur desde el río San Francisco y las haciendas de Aranda y Franco, hasta alcanzar por el norte el camino a Suba y la hacienda Chapinero; cerrando al poniente con el camino de Engativá y las fincas de La Esperanza, Santa Ana (hoy Normandía) y el Ejido” (Carrasquilla, 1989).
Mapa de la ciudad de Bogotá, D. C. con localización de los antiguos terrenos de los ejidos (ss. XVI-XVIII), hacienda El Salitre (ss. XIX-XX), y las “Malezas del Salitre” (s. XX), así como de los principales cuerpos de agua actuales.
Documentación y dibujo: Diego Martínez Celis, 2024. Con base en Carrasquilla, 1989 y AGN, ca. 1930.
De la historia, o más bien de la tradición predial que se conoce de esta hacienda, se puede anotar que hasta 1850 perteneció a Sebastián Herrera quien, antes de morir asesinado y sin descendencia, la había legado a sus sobrinas políticas (hijas de su esposa) Teresa y María Josefa Escovar. Esta última le compró su parte a la primera, y la terminaría heredando en 1876 a su único hijo don José Joaquín Vargas. Con el tiempo, este abogado nacido en París en 1868, vendería algunos de sus terrenos para proyectos de los futuros barrios San Fernando (1924), la Virginia (hoy J. J. Vargas) y San Miguel, así como para la Universidad Nacional (1937) o el Ferrocarril de La Sabana. Tras morir en 1936 don José Joaquín, “solterón empedernido” que no dejó descendencia, los terrenos de la Hacienda finalmente fueron donados a la Beneficencia de Cundinamarca y a diversas obras de caridad (Carrasquilla, 1989).
El proceso de urbanización de lo que fue el sector norte de la hacienda El Salitre comienza en la década de 1930 con la proyección de Bogotá hacia el noroccidente a través de la calle 68, que en ese entonces era el camino a Suba. En su costado norte se construyó el barrio San Fernando, y ya en la década de 1940 en su costado sur el barrio Popular del Norte (hoy conocido como Modelo) y más adelante y junto a este el barrio San Miguel. Entre los dos se fundó el Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos. Para la década de 1950 empezaron a aflorar algunas “parcelaciones clandestinas” en los límites con el entonces municipio de Engativá (que iba hasta la hoy Av. Rojas), conformándose los barrios La Cabaña, La Estrada y Bellavista, y un poco más al sur el Jardín Botánico de Bogotá. Para la década de 1960 se amplía la carrera 30, y comienza el desarrollo de barrios con amplios andenes, zonas verdes y antejardines como el Nicolás de Federmán y el José Joaquín Vargas (que también se le llamó La Virginia), así como la apertura de la Avenida Carrera 68, inaugurada con motivo del XXXIX Congreso Eucarístico Internacional y la visita del papa Pablo VI. Este nuevo desarrollo vial que atraviesa a Bogotá de sur a norte, trajo consigo a partir de la década de 1970 la conformación de un “pulmón” ambiental y recreativo para la ciudad, constituido por parques como El Salitre y el de Los Novios, y numerosas instalaciones deportivas, así como las primeras urbanizaciones con edificios de varios pisos como Pablo VI, La Esmeralda o El Gualí. En la década de 1980 se empieza a construir el Parque Simón Bolívar, y con la erección de la Biblioteca Virgilio Barco (2001) se consolida el Parque Metropolitano que incluye los parques del sector, el Complejo Acuático, el Centro de Alto Rendimiento, la Cancha Popular de Golf, La Plaza de los Artesanos y el Jardín Botánico. En lo corrido del siglo XXI el sector continúa urbanizando sus últimas zonas baldías mediante conjuntos cada vez más densos, con torres que superan los 20 pisos, y en general, en todos los barrios residenciales se están reemplazando las antiguas casas de dos pisos por edificios de apartamentos.
Esquema del crecimiento urbano de Bogotá entre 1538 y 1992, con localización del área de estudio, ejidos, hacienda El Salitre y las “Malezas del Salitre”. Documentación y adaptación de: Diego Martínez Celis, 2024. Con base en Trujillo et al, 1994.
La memoria y la huella del agua en las “Malezas del Salitre”
En un mapa de Bogotá y su Sabana, levantado por el Ejército de Colombia y que data de la década de 1930 (AGN, Mapoteca 2), llama la atención que, en contraste con las convenciones que indican la presencia mayoritaria de terrenos abiertos destinados a la agricultura y la ganadería (potreros) o incipientes áreas urbanizadas, al noroccidente de Bogotá se delimita un polígono boscoso denominado “Malezas de El Salitre”. Este correspondía con el sector norte de la hacienda del mismo nombre, y ocupaba un área de aproximadamente 4.7 km2. Al parecer se trataba de un relicto del antiguo ejido de Santafé, que no se había despejado para sembrar ni para criar ganado, y se habría conservado como un área boscosa o arbustiva para proveer de leña y quizás también como coto de caza de especies menores (aves, curíes, etc.). Por fotografías aéreas que datan de finales de la misma década y hasta la de 1950, se puede además deducir que el sector representaba especial dificultad para labrarlo o destinarlo a la ganadería, debido a que sus terrenos “pantanosos” eran particularmente ricos en manantiales, lagos, humedales, arroyos y valles erosivos inundables.
Mapa del occidente de Bogotá (ca. 1930) donde se localizan las “Malezas de El Salitre” en inmediaciones de la Hacienda El Salitre. Se aprecian los nombres de otras haciendas y sectores como Santa Ana (hoy Normandía), La Cabaña (hoy La Estrada), San Joaquín y La Esperanza (hoy Metrópolis), entre otros.
Estado Mayor General, Carta Militar de Colombia. AGN, Mapoteca 2. CO.AGN. SMP.2, REF I-40. Ca. 1930.
Potreros al occidente de Bogotá donde se puede apreciar el tipo de vegetación (“malezas”) compuesta de pastos, pajonales y arbustos, posiblemente nativos. Estas fotos parecen corresponder a una famosa parada militar realizada el 9 de agosto de 1934, en el “campo de San Fernando”, que bien podría corresponder con el sector de las “Malezas del Salitre” (Fuente).
Fotos de Horst Martin, 1934 /1937. www.deutschefotothek.de
Transformación y crecimiento urbano en el entorno de las “Malezas de El Salitre”, entre 1938 y 1965. Se resaltan los cuerpos de agua.
Documentación y adaptación de: Diego Martínez Celis, 2024. Con base en aerofotografías del IGAC, Bogotá.
Las “Malezas de El Salitre” se inscribían en un área que limitaba al oriente con el río Salitre (o Arzobispo), al norte y al occidente con un río anónimo del que casi no queda memoria, pero que de acuerdo con la cartografía oficial del Acueducto de Bogotá (Fuente), se podría denominar “río Nuevo”, y al sur con terrenos abiertos de la antigua hacienda El Salitre. En la actualidad este terreno está ocupado por los barrios San Fernando, San Miguel, Modelo, José Joaquín Vargas, un sector de Bellavista, y los parques El Salitre, de Los Novios y Simón Bolívar.
Área de las “Malezas del Salitre” y sus cuerpos de agua, entre las décadas de 1940 y 1950, superpuestos a un mapa actual.
Documentación y dibujo: Diego Martínez Celis, 2024. Base: Esri.
Con base en la consulta y análisis de diversas fuentes cartográficas y fotográficas de carácter histórico, se relacionan a continuación los diferentes cuerpos de agua que habrían existido en el sector hasta, al menos, la década de 1960; y cuya existencia hoy, si se observa con detenimiento, puede rastrearse a partir de ciertas huellas en el trazado urbano:
Río Salitre: Nace en los cerros orientales con el nombre de quebrada o río Arzobispo, bajando aproximadamente por la calle 42 hasta su confluencia con la cra. 30, frente al IGAC, donde toma rumbo recto al norte y se le empieza a denominar canal río Salitre. Hasta la década de 1960 su cauce atravesaba el barrio Nicolás de Federmán y los terrenos que hoy ocupa el Parque de Los Novios. Es probable que el actual lago de este parque se haya formado a partir de dicho antiguo cauce, sobre la zona pantanosa que se formaba en su confluencia con la quebrada Las Delicias, que bajaba por la calle 63. Mas al norte, a la altura de la calle 71, recibe las aguas de la quebrada La Vieja, y finalmente pasando la calle 80 confluye con el río Negro (que viene de la quebrada Chicó y el canal El Virrey), para formar el hoy denominado río Juan Amarillo y todo su sistema de humedales (Tibabuyes) que se conectan con el río Bogotá.
Río Salitre.
1. Obras de construcción de la Avenida Cra. 30 y del canal del Salitre, 1967. Foto de Armando Matiz Espinosa, 1967.
2. Puente sobre el río Salitre a la altura de la calle 72, al fondo la iglesia de San Fernando, 1959. Foto publicada por Gloria Botero en Facebook.
3. Vista aérea del sector del Campín, ca. 1950. Foto del IGAC publicada en Villegas ed. 2010.
4. Trazado del antiguo cauce del río Salitre atravesando el barrio Nicolás de Federmán. Google Earth, 2023
“Río Nuevo”: Aunque hoy día no es visible porque se encuentra canalizado bajo las calles del sector, adultos mayores de la zona aún conservan la memoria de este río, que para algunos se llamaba también “Salitre”, y que nacería de un manantial subterráneo en los alrededores del actual Jardín Botánico, probablemente donde hoy se erige la Bolera de El Salitre. Tiene un trayecto de un poco más de 3 km, en dirección nororiente, y se bifurcaba en dos brazos en el que hoy es el límite entre San Fernando y Metrópolis. Uno de los brazos tomaba rumbo al oriente hasta desembocar en el río Salitre (aprox. en la calle 75a Bis), y hasta la década de 1950 su trazado servía de límite norte de la primera etapa del barrio San Fernando (por donde hoy se encuentra la Alcaldía Menor de Barrios Unidos). El otro brazo, que se dirige al norte, sigue fluyendo bajo las calles de Metrópolis y desemboca en la confluencia de los ríos Salitre y Negro en la calle 80 con Av. 68. En su primer tramo este río presentaba fuertes sinuosidades y un marcado patrón de drenaje dendrítico, evidente por presentar una serie de pequeños valles erosivos que confluían desde ambas vertientes. Con base en la memoria, aunque algo borrosa, de algunas personas del sector, es probable que por estos valles fluyeran pequeños arroyos, en uno de los cuales mi tío Alfonso recuerda haber pescado “pequeños peces de colores”.
Si se observa con detalle, tanto en la cartografía como recorriendo el lugar, hoy día se puede rastrear el antiguo curso de este río, marcado por la existencia de una más baja y sinuosa franja, mas o menos verde, que conecta el Jardín Botánico con el colegio distrital Francisco José de Caldas, el Colegio Cafam, la Urbanización El Gualí, el ICBF, La Cruz Roja y un parque lineal que separa el barrio Bellavista del sector comercial frente a la Av. 68 y hasta el cruce con la Calle 68, donde cambia de rumbo y se sigue manifestando en la franja de parques que separan San Fernando de Metrópolis.
“Río Nuevo”.
1. Trazado del antiguo cauce del “río Nuevo”, que nacía en lo que hoy es la Bolera del Salitre, bordeaba el límite oriental del barrio Bellavista y atravesaba el barrio San Fernando, hasta desembocar en el río Salitre. Hoy estos terrenos forman una franja de zonas verdes, parques y parqueaderos, así como la oreja de la calle 68 con Av. Cra. 68. Google Earth, 2023.
2. Vista aérea del sector del parque El Salitre, donde se aprecia el cauce, aún visible, del “río Nuevo”, 1972. Foto del IGAC publicada en Villegas ed. 2010.
3. Único tramo visible del “río Nuevo” (170 m aprox.) en su desembocadura en el río Salitre, en la calle 80 con Av. Cra. 68. Diego Martínez Celis, 2024
4. Parque en el costado oriental de la urbanización “La Marcela”, en límites con la Cruz Roja. Bajo su suelo fluye el “río Nuevo” encauzado a través de un Box Culvert instalado por el acueducto de Bogotá. Diego Martínez Celis, 2023.
Triangulando la información cartográfica consultada, se advierte que este sería el único río proveniente del occidente (no de los cerros orientales) que desemboca en el Salitre o Arzobispo, por lo que se propone aquí que podría corresponder con el pequeño hilo que en el mapa de Cabrer de 1797 aparece saliendo de los “Pantanos de Capellanía”, teniendo en cuenta que este humedal (hoy en la localidad de Fontibón) se encuentra en la misma dirección y que debió tener una extensión mucho mayor; o que en dicho tiempo se le llamara también así al sector de humedales de lo que hoy es la Universidad Nacional y el parque Simón Bolívar, incluyendo los de las “Malezas del Salitre”.
Detalle de lo que sería el “río Nuevo” (resaltado en azul), localizado en el “Croquis de la ciudad de Santa Fé de Bogotá y sus inmediaciones” de 1797. Aunque en este aparece naciendo del “pantano de Capellanía”, por su ubicación podría corresponder más al sector pantanoso entre la Universidad Nacional y las Malezas del Salitre. Llama la atención el topónimo “La Resaca”, que podría hacer referencia a un sector que presentaba limo residual vertido por la crecida del río Arzobispo o alguna de sus quebradas tributarias. Aunque por la falta de precisión es difícil de asegurar, este pequeño cauce es el único representado que nacía en la sabana y fluía hacia el oriente, igual que el “río Nuevo” actual. Levantamiento de Carlos Francisco Cabrer, 1797.
Lago de las Malezas de El Salitre: Este cuerpo de agua, que llegó a tener un área aproximada de 209.000 m2, no aparece demarcado en ninguna cartografía consultada, pero en algunos mapas se marca el sector con la convención de “pantano”. Sin embargo, sí es posible advertirlo en fotografías aéreas desde la década de 1930 hasta la de 1960, formando un contorno sinuoso que fue disminuyendo en la secuencia temporal hasta desaparecer hacia finales de la década de 1960, cuando se construyó la última etapa del barrio Modelo, el sector sur del José Joaquín Vargas, la cra. 50 (hoy cra. 60) y el canal brazo El Salitre, mediante el cual se desaguó.
De acuerdo con la descripción de mi tío, el lecho de este lago habría sido arcilloso y suficientemente profundo como para haber propiciado el ahogamiento de niños imprudentes. Al parecer no contenía peces ni recibía agua de ningún afluente, por lo que se debía nutrir de un manantial subterráneo y de aguas lluvias. Sus orillas parecen haber estado rodeadas de vegetación de humedal, pero permitiendo la contemplación de cierto espejo de agua.
Lago de las Malezas del Salitre.
Representaciones y registro de su cambio en el tiempo, entre 1938 y 2023.
1. Detalle de Carta preliminar de Bogotá, con base en aerofotografías de 1940. Instituto Geográfico Militar y Catastral. 1946.
2. Detalle de plano de Bogotá, 1948. Fondo Le Corbusier 616. 1948.
3. Detalle del Mapa Geológico de Bogotá, 1949. José Royo y Gómez, Servicio Geológico Nacional, 1949.
4, 5 y 6. Detalle de aerofotografías del sector entre 1938 y ca.1965. IGAC, 1938, ca.1950 y ca.1965.
7. Detalle del sector con urbanización actual y obras de construcción en curso. Google Earth, 2023.
Otros cuerpos de agua: De acuerdo con las aerofotografías consultadas, parece ser que existieron otras zonas pantanosas o anegadizas asociadas al lago principal, y que aún se advertían en un sector del Parque El Salitre a comienzos de la década de 1970, que hoy corresponde, aproximadamente, a donde se encuentran las canchas de fútbol sintéticas. Igualmente se advirtieron varios valles erosivos, u ondulaciones del terreno producidas por escorrentía superficial, que drenarían la sobrecarga hídrica del sector que hoy cupa el Centro de Alto Rendimiento y el Campo de Golf, en dirección al actual canal brazo del Salitre; y otra serie de valles, en forma de espina de pescado, en inmediaciones de lo que hoy son los barrios José Joaquín Vargas, Bellavista y el Parque Salitre Mágico, en dirección al “río Nuevo”. La huella de estos valles se puede constatar hoy día en el irregular trazado y la inclinación de algunas calles del sector.
Valles erosivos.
1. Valles erosivos relacionados con el “río Nuevo”. Detalle de aerofotografía. IGAC, 1938
2. Valles erosivos en el actual predio del Centro de Alto Rendimiento. Detalle de aerofotografía. IGAC, 1938
3. Hundimiento de la calle 64C (entre el colegio Cafam y el conjunto El Gualí) siguiendo la hondonada del cauce del “río Nuevo”. Google Earth, 2023.
4. Sutil diferencia en la altura de una jardinera, que evidencia el desnivel de la Calle 65F en el barrio J. J. Vargas, siguiendo un antiguo valle erosivo. Google Earth, 2023.
Además de los anteriores, en la actualidad persisten otros dos cuerpos de agua que, aunque artificiales, se pueden considerar vestigios del antiguo sistema hídrico de las Malezas del Salitre, y que, a pesar de las drásticas transformaciones de la zona, parecen seguir nutriéndose naturalmente de su acuífero subterráneo y de la escorrentía de aguas lluvias:
Canal brazo del Salitre: Fue construido entre finales de la década de 1960 y comienzos de la de 1970, con el fin de desaguar el lago de las Malezas del Salitre y liberar el terreno para la construcción de la cra. 50 (hoy cra. 60), el sector occidental del barrio Modelo y el complejo del Parque El Salitre. Se extiende por un poco más de 1.200 m, en sentido occidente-oriente, por la calle 64, entre las carreras 60 y 30. Hoy día es un cuerpo de agua cristalina que fluye constante y se sigue nutriendo del mismo manantial subterráneo del antiguo lago y de colectores de aguas lluvias. En su último tramo, al costado sur, recibe las aguas provenientes del valle erosivo del Centro de Alto Rendimiento. Su ronda se ha constituido en un Bosque Urbano.
Canal brazo del Salitre.
1. Vista aérea hacia el occidente que muestra el canal brazo del Salitre en su desembocadura en el río Salitre, sobre la Av. Cra. 30, en 1972. Foto del IGAC publicada en Villegas ed. 2010.
2. Vista aérea hacia el nororiente que muestra el canal brazo del Salitre en su nacimiento en la Cra. 60, en 1972. Foto del IGAC publicada en Villegas ed. 2010.
3. Trazado actual del canal brazo del Salitre, 2023. Google Earth, 2023.
4. Sitio en que brota el agua del canal brazo del Salitre, en la calle 64 con cra. 60. Diego Martínez Celis, 2024.
5. Vista del canal brazo del Salitre hacia el oriente. Diego Martínez Celis, 2024
6. Confluencia del canal brazo del Salitre con otro canal que proviene del valle erosivo del Centro de Alto Rendimiento. Diego Martínez Celis, 2024.
7. Sitio cercano a la desembocadura del canal brazo del Salitre sobre el río Salitre, en la calle 64 con Av. cra. 30. Diego Martínez Celis, 2024.
Humedal El Salitre: Es reconocido como una de las 17 Reservas Distritales de Humedal. Aunque se suele afirmar que su origen se remonta a la construcción del Parque El Salitre a comienzos de la década de 1970 –donde fue utilizado como espacio de recreación activa–; este cuerpo de agua se habría consolidado a partir de la reestructuración de las áreas pantanosas de las Malezas del Salitre, que presentaba afloramientos hídricos dispersos. Su actual área es de aprox. 13.500 m2 y se inserta en una reserva ecológica que alberga diversas especies de flora y fauna. Se dice que cuenta con el agua de mejor calidad de todos los humedales de Bogotá (Cabrera-Amaya y López-Cruz, 2017 y Pulido-López y Pinilla-Agudelo, 2019), la cual proviene principalmente de escorrentía por lluvias, pues su nivel fluctúa dependiendo del régimen climático; pero, proponemos aquí, que también podría emanar en parte del mismo acuífero que nutriría el canal brazo del Salitre.
Humedal El Salitre
1. Vista aérea del sector del parque El Salitre hacia el nororiente, que muestra el lago del parque y otros cuerpos de agua relacionados, en 1972. Foto del IGAC publicada en Villegas ed. 2010.
2. Vista aérea hacia el occidente que muestra el lago del parque el Salitre, cuerpos de agua relacionados y el canal del brazo del Salitre, en 1972. Foto del IGAC publicada en Villegas ed. 2010.
3. Detalle de mapa de Bogotá que muestra el parque El Salitre y su lago, 1980. National Imagery and Mapping Agency. Washington, D. C.
4. Vista aérea del parque El Salitre con su lago hacia 1981. Foto publicada en Durán Dussán, 1982.
5. Vista aérea del humedal El Salitre, 2023. Google Earth, 2023.
6. Panorámica del humedal El Salitre. Diego Martínez Celis, 2023.
Área de las “Malezas de El Salitre” y principales cuerpos de agua actuales.
Documentación y dibujo: Diego Martínez Celis, 2024. Base: Esri.
Hilando la trama del agua en El Salitre
Los diferentes cuerpos de agua aquí identificados en realidad no están aislados, y se pueden interpretar como integrados en un mismo sistema hídrico que, para el contexto de la ciudad de Bogotá, presenta especiales particularidades.
Este sistema se inscribe en la cuenca media del río Salitre, donde recibe las aguas de las quebradas Las Delicias, La Vieja y el río Negro (Quebradas El Virrey y El Chicó), todas provenientes de los cerros orientales; sin embargo, y como un caso excepcional en Bogotá, también se nutre del “río Nuevo” y del canal brazo El Salitre, que la conectan desde su margen occidental. Las aguas de estos dos últimos provendrían, más que del sistema pluvial, del subsuelo, de un nacimiento o acuífero que no ha sido suficientemente identificado y caracterizado, y que hasta la década de 1960 también nutría diferentes lagos, humedales y valles erosivos relacionados, generando una complejidad hídrica tal, que habría motivado la calificación de este sector como “pantano” y dificultado su “domesticación” para adecuarlo como tierras de cultivo o para la ganadería. Habría sido esta la razón, por la que, desde la fundación hispánica de Bogotá, esta zona se destinó como ejido, y por la que la hacienda El Salitre la habría dejado “enmontar” al punto de que hasta mediados del siglo XX se le conociera como las “Malezas del Salitre”. Esta condición agreste vendría a ser confrontada desde la década de 1940 con la apertura de avenidas y la construcción de diferentes barrios que, sin embargo, no alcanzó a ser del todo doblegada y se lograría reservar, en buena parte de su área, para zonas verdes recreativas (con nuevos lagos artificiales como los de los parques de Los Novios y el Simón Bolívar), e incluso para la restauración de lo que fue su original ecosistema anfibio en el actual humedal El Salitre y su entorno próximo.
Sistema hídrico del área de las “Malezas del Salitre”. Se muestran las diferencias topográficas del terreno, así como sus cuerpos de agua (tanto antiguos como actuales), y se indica la dirección de sus flujos. Nótese que el agua del “río Nuevo” y del Canal Brazo El Salitre provendrían de nacimientos o acuíferos subterráneos localizados en las cotas más altas, y drenan más o menos en sentido occidente-oriente hacia el río Salitre.
Documentación y dibujo: Diego Martínez Celis, 2024. Base: Esri / https://es-co.topographic-map.com/
Agua que no se ve, corazón que no la siente…
La traza urbana de Bogotá se ha venido extendiendo desde su núcleo fundacional, a través de una red de avenidas, carreras y calles que ha tratado de mantener su ortogonalidad siguiendo el contorno de los cerros orientales. Por esta razón las calles se han trazado en sentido oriente-occidente y las carreras en sentido norte-sur. Sin embargo, un gran obstáculo para esta obstinación geométrica han sido sus cuerpos de agua, que la atraviesan orgánicamente, y que en algunos casos se han tenido que bordear y seguir, pero en la mayoría simplemente se han “enderezado”, canalizado en cemento, reducido en tubos bajo el asfalto o han sido burdamente desecados y rellenados.
Para la década de 1950 el urbanista suizo Le Corbusier, en su proyección de un Plan Regulador para Bogotá, advertía de la necesidad de hacer del agua el eje y protagonista de los espacios de recreación y dignificación del habitar, concibiendo el concepto de “cultivar el cuerpo y el espíritu” en la ciudad a partir de la implantación de parques lineales que siguieran las rondas hídricas. Sin embargo, debido a presiones inmobiliarias y políticas, su propuesta no fue implementada, y se terminaría imponiendo la herencia hispánica fundacional de habitar sin, o a espaldas, del agua.
Localización del sector de las “Malezas del Salitre” en el plano del Plan Director para Bogotá de Le Corbuiser (1950), en que se superponen varias propuestas parciales y las 3 funciones de vivienda, trabajo y recrear el cuerpo y el espíritu. Nótese que en este se incluye un corredor entre el “río Nuevo” y el río Salitre, reconociendo su importancia estratégica como uno de los conectores naturales, que se proponían como “zonas verdes de reforestación”. Mapa: © Grupo PAC, Uniandes, 2010 (Fuente)
El sector de las antiguas “Malezas del Salitre” y sus pantanos se habría conservado más o menos prístino durante siglos, pero desde los últimos 70 años empezó a experimentar un constante crecimiento urbano que sigue teniendo como premisa ocultar o erradicar el agua. Hoy, la frontera entre lo urbanizado y los parques del sector es un escenario de tensiones, en que se debate entre seguir construyendo e instalando infraestructura mediante el “endurecimiento” de las zonas verdes; o la conservación, ampliación y conexión de los últimos relictos del milenario ecosistema anfibio representado en el humedal Salitre y el canal brazo del Salitre. En la puja se enfrentan empresas constructoras, dependencias del gobierno distrital y la comunidad, pero las obras y los proyectos parecen no tener freno… Parafraseando el conocido refrán, se podría afirmar que “agua que no se ve, corazón que no la siente”, asumiendo que, para la mayoría de los bogotanos de hoy, la relación con el agua se reduce a la apertura de un grifo en sus casas o a la percepción de que, debido a sus elevados niveles de contaminación, el agua que corre por la ciudad es algo sucio, que hay que evitar y en lo posible ocultar.
Intervenciones y tensiones actuales sobre el agua en el sector de las antiguas Malezas del Salitre.
1 y 2. Obras de construcción del proyecto de urbanización Salitre Living. Nótese el brote de agua en la excavación, que coincide con el sitio donde se encontraba el antiguo lago de las Malezas del Salitre. Diego Martínez Celis y Ma. del C. Sepúlveda, 2024.
3 y 4. Aviso y visualización del proyecto de construcción del Centro de Alto Rendimiento del IDRD (7 pisos y endurecimiento de áreas adyacentes) a pocos metros del humedal. Imagen del IDRD.
5. Humedal El Salitre y localización de proyectos de construcción, intervenciones recientes y tensiones que generan sobre los cuerpos de agua relictuales del antiguo lago de las Malezas del Salitre. Diego Martínez Celis, 2024 con base en Google Earth, 2023.
A pesar, o quizás gracias a estas tensiones, en los últimos años se ha evidenciado el surgimiento de un movimiento ciudadano que, a través del activismo de líderes y diferentes colectivos, está adelantando acciones de concientización y protección de estos últimos relictos del ecosistema anfibio del noroccidente de Bogotá. De esta manera se ha logrado la declaratoria del lago del parque el Salitre y su entorno como Reserva Distrital de Humedal, así como de la zona verde en la ronda del Canal brazo del Salitre como un Bosque Urbano. También, sobre el relleno de lo que fuera el antiguo cauce de uno de los valles erosivos que conectaban con el “río Nuevo”, detrás de las instalaciones del antiguo Cici Aquapark, se ha venido conformando la Huerta Comunitaria Muyso, en donde, como un símbolo ancestral de persistencia de la vida en medio de la urbe, aún es posible encontrar serpientes sabaneras (¡).
La persistencia de la comunidad y de la vida en las Malezas del Salitre.
Arriba a la izquierda: Miembros de la Red Humedal Salitre en labores de protección y mantenimiento de las zonas verdes del sector. Foto cortesía de Cristina Mora
Arriba a la derecha: Actividades pedagógicas en la Huerta Comunitaria Muyso. Foto Huerta Comunitaria Muyso (Fuente).
Abajo: Serpiente sabanera que habita en las inmediaciones de la Huerta Comunitaria Muyso. Foto Huerta Comunitaria Muyso (Fuente).
Desconocer la historia y la memoria del territorio es una sentencia al desarraigo y a la inacción frente a los retos del presente, mientras que rescatarlas y transmitirlas puede incentivar la valoración y protección de los espacios que se habitan. Bogotá y su Sabana tienen una historia profunda y compleja que va más allá de la exaltación de próceres y el recuento de hechos históricos; es también la historia de la naturaleza sobre la que se emplazó y la manera como nos hemos relacionado con ella, en la que el agua juega un papel protagónico pues, aunque no solemos ser tan conscientes, dependemos vitalmente de ella y ha condicionado en gran medida nuestra forma de habitar. Si nos fijamos bien, aún en medio del cemento, las huellas de la historia y de la presencia del agua en la ciudad están por todas partes, solo hay que observar con atención.
Post scriptum. Mis abuelos llegaron a las “Malezas del Salitre” como migrantes de diversas localidades de Cundinamarca en la década de 1930; mis padres nacieron, se conocieron y concibieron a mi familia también aquí. Yo nací, crecí y tuve a mis hijos en este mismo territorio que recién empiezo a comprender en su profunda y desconocida historia natural y cultural. A todos ellos, a los que siguen y a los lectores que se han sentido identificados con la memoria aquí consignada, dedico estas líneas.
Referencias bibliográficas
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Que Buena apreciación del territorio donde vivimos donde desarrollamos nuestars vidas y las de nuestras familias, La lectura de esta narracion tecnica alimenta la Necesidad de conocer y proteger los acuiferos subterraneos por que son los unicos que persisten a los egos y la desplanificacion de nuestro sistemas políticos distritales. Solo tenemos que tener en cuenta que el agua tiene memoria. Felicitaciones.
¡Gracias! Crecí entre San Fernando y San Miguel (ahora he vuelto), el lago y el Canal del Salitre los conocí desde niño y siempre me intrigó toda esa zona verde, deshabitada (incluso peligrosa) que nos rodeaba. Usted ha iluminado un gran vacío en nuestra memoria.
Felicitaciones!! Una historia técnica y apasionante que sin duda será derrotero para el presente y futuro del territorio!! Gracias!!
Diego que hermoso trabajo has realizado, un recorrido poético y a la vez técnico a lo largo del tiempo.🐌 Es una forma bella de aprender a querer este espacio🦆 a pesar de que ya no quede mucho de las "malezas del salitre" 🐞Gracias por todo tu esfuerzo y el de Lorena. Hará falta leerlo🦉 y releerlo para aprender a amar y defender el territorio. Un abrazo
Muy buen documental