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Foto del escritorLorena Rodríguez Gallo

Un meandro por un puente. El paso del Camellón de Occidente por el río Bogotá en el siglo XVII

Actualizado: 13 oct

Para los grupos indígenas prehispánicos de la Sabana el río Bogotá fue el eje articulador mediante el cual organizaron su territorio, en su recorrido de noroeste a sureste. Esto cambió con la invasión española. La nueva ciudad, Santafé, se fundó en el extremo oriental, al abrigo de los cerros y a espaldas del agua que señoreaba en la planicie; así, el río Bogotá perdió su antiguo papel como articulador del territorio y en su lugar una vía de tierra, seca y elevada, llamada Camellón de Occidente, lo cortó perpendicularmente, de este a oeste, como formando la imagen de aquella cruz, símbolo espiritual del nuevo dominador. Este camino atravesaba el río mediante un puente de madera que en 1640 se decidió sustituir por uno de piedra. El proyecto, diseñado por Coluccini, y del cual aquí se presentan los planos, proponía además cambiar el cauce para eliminar el meandro sobre el que pasaba la vía y así disminuir el riesgo de inundación. El meandro efectivamente desapareció, pero aún persisten los arcos del puente de piedra, sobre el cual a diario transitan quienes van por la calle 13, en límites entre Bogotá y la Sabana.

Durante el período prehispánico el territorio de la Sabana de Bogotá se organizó a partir del río Bogotá que lo atraviesa de nororiente a suroccidente. Este era el eje que articulaba todas las actividades, terrenales y espirituales, en él confluían las aguas que sus afluentes recogían de los Cerros Orientales, de las colinas occidentales y de los propios valles erosivos que espontáneamente se formaban con cada invierno. Pero estos cauces no sólo transportaban el agua sino a personas que viajaban por todas estas redes fluviales en sus canoas, llevando sus alimentos y diversos productos que simplemente consumirían o que tal vez también intercambiarían en diferentes puntos de la planicie o allende sus fronteras, alimentos en buena medida cultivados en el sistema de camellones[1] existente en toda esta planicie; en esas mismas aguas la pesca, la recolección de moluscos y la caza de pequeños animales que frecuentaban sus vegas debieron ser actividades del día a día.

Fig. 1 Sabana de Bogotá. Mapa base: IGAC.


Todo esto cambió con la invasión española. Al ser la Sabana un medio ecológico inundable, con gran presencia de lagunas, humedales y ríos desbordados en cada invierno, la primera medida que se tomó fue fundar la nueva ciudad española, Santafé, en su extremo oriental, al abrigo de los cerros hoy llamados Monserrate y Guadalupe, y a salvo de las constantes inundaciones de la planicie; de esta forma, el río Bogotá perdió su papel prominente como eje articulador del territorio y en su lugar una vía, esta vez de tierra, seca y elevada, llamada Camellón de Occidente, lo cortó perpendicularmente, de este a oeste, como formando la imagen de aquella cruz que a partir de ese momento sería el símbolo espiritual del nuevo dominador, con el fin de unir a Santafé con el pueblo de Facatativá. La Sabana se convirtió así en un espacio incómodo por sus lodazales e inundaciones constantes, pero necesario para sustentar la economía de los habitantes de esta ciudad que se convertiría en el centro de poder de la Nueva Granada.


Entonces, sin conocer sus ritmos ni las características de su ecología, los nuevos habitantes se dieron a la tarea de transformar lo que había sido en tiempos prehispánicos un vasto campo agrícola y de caza y pesca, en pastizales para ganado y a desecarlo mediante la frenética construcción de canales de drenaje y la siembra de árboles que absorbieran ingentes cantidades de agua del subsuelo. En este sentido, uno de los aspectos de preocupación constante era garantizar la conexión de Santafé con el mundo, es decir, con el valle del río Magdalena y el mar Caribe; pero para ello era necesario atravesar la Sabana, llegar hasta Facatativá y desde allí descender la Cordillera en dirección al puerto de Honda. Sólo que el lago que había existido en este lecho lacustre hace 25.000 años parecía que en cada invierno insistía en restablecerse e inundarlo todo; por ello había que poner todo el empeño posible en mantener el Camellón de Occidente por encima del nivel de inundación, para garantizar la movilidad de personas, mercancías y noticias, que ahora se hacía en este eje del levante al poniente y viceversa.


El Camellón de Occidente partía de la plaza de San Victorino, puerta de entrada a Santafé, y atravesaba la Sabana intentando esquivar las zonas más inundables y los innumerables ríos, humedales y valles erosivos en su camino hacia Facatativá. De esta manera, corría paralelo al río Fucha, bordeaba el meandro del Say y atravesaba sobre el río Bogotá mediante un puente de madera[2], pasando luego junto al brazo sur del humedal El Gualí (Ver figuras 1 y 8). Pero, a pesar de que se debió escoger un lugar relativamente seguro para el paso sobre el río Bogotá, el puente allí construido no estaba exento de sufrir daños debido a las crecientes del río en época de invierno, ni su zona aledaña de quedar bajo el agua, ya que si observamos el trazado efectuado sobre la fotografía aérea de 1952 (ver figura 7), podemos observar que el camino pasaba justo en medio de tres meandros, altamente inundables a juzgar por las coloraciones oscuras de la imagen en esta área y por la gran densidad de vestigios de camellones prehispánicos.

Fig. 2. “Pintura de las tierras, pantanos y anegadizos del pueblo de Bogotá”. 1614

Modificado de AGI, MP-PANAMA,336.

Se resalta en amarillo el trazado del Camellón de Occidente. En la parte inferior central de la imagen es posible observar el puente de madera que luego sería reemplazado por uno de piedra.


Ante los problemas que esta situación generaba para la movilidad de gentes y mercancías, el presidente de la Real Audiencia de Santafé, Martín de Saavedra y Guzmán comenzó en 1640 las gestiones para dar una solución definitiva al problema: construir un puente en piedra, que llevaría el nombre de “La puente grande de nuestra señora de Atocha”. En este sentido encargó en ese mismo año la elaboración del proyecto a Juan Baptista Coluccini, sacerdote jesuita, matemático y arquitecto amateur[3], quien debería incluir sus características técnicas y arquitectónicas, los materiales y los costos que tendría la construcción del puente.


Este es el sitio y disposición del río. Es mi parecer que se haga en el lugar como aquí parece, primero en seco y después abrir la madre nueva”. Juan Baptista Coluccini, 1640.

En el Archivo General de Indias (AGI) en Sevilla, reposa una serie de cuatro planos (ver figs. 3 a 6) donde Coluccini presentó su propuesta de construcción del puente en la que explica su ubicación, las razones del lugar escogido para la construcción, las obras de adecuación que serían necesarias, su diseño arquitectónico, los materiales que se requerirían, las técnicas de construcción, la mano de obra necesaria y los costos que tendría. Todo esto aporta valiosa e interesante información sobre diversos elementos en los cuales se podría enfatizar, pero en este artículo nos interesa analizar un punto en particular: la forma como el río Bogotá fue percibido y apropiado por los españoles y criollos, en contraste con el periodo prehispánico.


Como mencionamos antes, en el periodo prehispánico el río Bogotá era la columna vertebral que organizaba el territorio en su recorrido del noroeste al sureste, base del sistema agrícola, medio central de transporte y comunicación de estos grupos humanos e incluso epicentro de actividades religiosas, en las que el carácter sagrado del agua se revelaba.


Fig. 3. “Sitio de la puente de piedra”. 1640. AGI, MP-PANAMA,62.

Transcripción del texto central: Este es el sitio y disposición del río. Es mi parecer que se haga en el lugar como aquí parece, primero en seco y después abrir la madre nueva; y con el terrapleno en el sitio de la puente de madera (que servirá mucho al terraplenarlo) sin otros taxamares entrará el río sin duda ninguna, por hallar bastante resistencia en el terrapleno; antes con el tiempo se yrá más terraplenando con las basuras de balsas viejas, caballos muertos, palos, etc, y no se quitarán las aguas de Bogotá, assi las de antes del terrapleno, como después, porque el río al desembocar en la madre nueva a de hacer circuito de la misma manera que hace al presente. Ojo: y assi engañanse los que juzgaren poderse secar para poder hacer la puente a donde es ahora la de madera. Otro ojo: y mucho más es el engaño pensar poderla hacer estando el río con su agua, a donde suele haber quatro, cinco y seys varas de ondo, y esto en cada año aunque en diferentes meses; y assí lo firmo. Fecho en 16 de septiembre de 1640.Juan Baptista Coluchini.

Transcripción de la anotación superior central:*Entrará el río sin duda, porque hallará corriente en la entrada y salida como ay ahora; y sentir lo contrario es hacer agravio a la vista.”


Fig. 4. “Cimientos de la puente”. 1640. AGI, MP-PANAMA,63


Fig. 5. “Montea de la Puente”. 1640. AGI, MP-PANAMA,64


Fig. 6. “Pretiles, hollado y enlosado de la Puente y gastos” AGI, MP-PANAMA,65


Con la invasión española esta forma de comprender la planicie inundable se transformó: el agua desparramada por los campos se convirtió en un elemento indeseable y el propio río Bogotá pasó a ser apenas un recurso natural, susceptible de ser modificado según las necesidades de Santafé, la Real Audiencia, los encomenderos, estancieros y las órdenes religiosas, cuyo sustento dependía en buena medida de los recursos generados por la Sabana de Bogotá. En este sentido era fundamental salvar el paso en aquel punto donde el trazado del Camellón de Occidente se cruzaba con el río Bogotá. Por ello, ante los repetidos desbordamientos del río, que se agudizaban en el actual sector de Funza y Bosa por ser la parte más baja de la Sabana, y ante la limitada respuesta que el puente de madera ofrecía, Coluccini planteó una solución práctica y eficiente, que consistía en construir “en seco” el puente de piedra, en un punto distinto al del puente existente pero sobre el trazado del Camellón de Occidente, de manera tal que no fuera necesario desviar el trazado de la carretera ni incurrir en las dificultades que planteaba construir el puente directamente sobre el cauce. En el plano principal (figura 3) se observa en la parte inferior la ubicación que tenía en ese momento el puente de madera, en el actual sector de La Ramada, al inicio del tercer meandro, y en la parte central la propuesta de desvío del río Bogotá (madre nueva) con la futura ubicación del puente de piedra. De concretarse este proyecto (como efectivamente sucedió), ese meandro desaparecería, junto con el antiguo puente, colmatado, paradójicamente, con las propias basuras que ya por entonces circulaban en el río: animales muertos y destrozos de embarcaciones y de otros elementos.


Coluccini propuso trazar una línea recta entre el inicio y el final del meandro sobre el cual se ubicaba el puente de madera, y justo en la mitad de esa línea construir el puente de piedra, de tal manera que una vez lista la obra, se abriera un ancho canal por ese trazado para crear una madre nueva, un nuevo lecho del río Bogotá que evitara hacer el recorrido del meandro y que por el contrario lo cortara, estrangulándolo y generando un trazado del río más recto.

Fig. 7. Ensamble de las fotografías aéreas 162 y 164 del vuelo C-619. Bogotá,IGAC, 1952.

En azul se resalta el curso original del río Bogotá con sus tres meandros. En amarillo se señala la carretera que correspondería al antiguo Camellón de Occidente, con el probable lugar donde se encontraría el puente de madera, según la descripción del mapa de 1640. El actual puente de la calle 13 sobre el río Bogotá no solo se ubica en el mismo punto donde Coluccini sugirió construir el puente de piedra, sino que aún conserva parte de la estructura que se construyó a partir de esta propuesta. Es evidente la presencia de vestigios del sistema de camellones de cultivo prehispánicos en esta zona.


Esta propuesta no solo reduciría las posibilidades de desbordamiento del río Bogotá en este punto, al agilizar su paso en línea recta, sino que permitiría ganar esa vuelta del meandro como terreno susceptible de ser explotado, muy probablemente en la actividad ganadera. Se trataría por lo tanto de la documentación más temprana sobre las obras que a lo largo del periodo colonial y republicano se han hecho para modificar el trazado de los ríos de la Sabana de Bogotá, de manera que ocupen el menor espacio posible, hasta parecer trazados a regla, como sucedió con el río Balsillas. El proyectado puente solo llegó a construirse casi 30 años después, una vez allegados los recursos económicos para la obra. Su ejecución fue aprobada en 1665 y se construyó en 1669 bajo la dirección de Lucas de Ocampo, maestro de albañilería y alarife de Santafé, siguiendo la propuesta y planos de Coluccini[4].


Efectivamente, podemos observar en los mapas y fotografías aéreas más antiguas de la Sabana de Bogotá (ver ejemplo en la figura 8) que el puente de la ahora llamada calle 13, se ubicaba en el mismo sitio de aquel proyectado por Coluccini, sobre un curso de agua rectilíneo. El meandro en cuestión había dejado de existir, y en su lugar una madre vieja recordaba el antiguo trazado del río. Sorprende que esta haya sido la única modificación hecha en el curso del río en esta zona a lo largo del tiempo y que los otros dos meandros permanezcan casi intactos; no tuvo la misma suerte la vuelta que el río hacía antes del primer meandro, donde su curso fue modificado, nuevamente con un trazo más rectilíneo y proyectado hacia el occidente, para dar espacio a la construcción del actual aeropuerto El Dorado (ver figura 1).

Fig. 8. Detalle del ensamble de las planchas 227-IV-B, Engativá y 227-IV-D, Bogotá. IGAC, 1946.

En naranja se resalta la Carretera de Occidente, antiguo Camellón de Occidente y actual calle 13.

En azul se indica la madre vieja o paleomeandro del río Bogotá en el paso de la carretera sobre el río Bogotá.


Estas modificaciones son una muestra de que ningún grupo humano habita un territorio sin transformarlo en algún sentido y esta constatación nos debe llevar a ser más conscientes sobre la forma en que establecemos esa interrelación con el medio ecológico en el que vivimos. El “Puente Grande”, como llegó a conocerse este paso del Camellón de Occidente sobre el río Bogotá, también nos muestra los palimpsestos que podemos encontrar en el territorio y nos recuerda lo importante que es ser conscientes de que a cada paso que damos, estamos sobreponiendo nuestras huellas a las de múltiples personas que han habitado en el espacio que hoy vivenciamos. El puente propuesto en 1640 y construido en 1669 sigue ahí bajo nuestros pies. Miles de personas transitan sobre él a diario en sus carros, motos, camiones o a pie, en la ruta de Bogotá a Mosquera por la calle 13. Aparentemente se trata de una carretera de asfalto con su arquitectura pragmática y funcional, pero si bajamos la mirada y observamos con cuidado descubriremos bajo este tumulto de gentes y vehículos los siete arcos de piedra aún sosteniendo la estructura, más de 350 años después.

Fig. 9. Paisaje del Río Bogotá. Puente Grande. Gumersindo Cuéllar Jiménez (1930). Recuperado de FUENTE.


Fig. 10. Paisaje del Río Bogotá. Puente Grande. Gumersindo Cuéllar Jiménez (1930). Recuperado de FUENTE.


Fig. 11. Puente actual de la calle 13 sobre el río Bogotá. Se aprecian los arcos originales.

Por Felipe Restrepo Acosta, 2013, Wikimedia Commons. Recuperado de FUENTE.


NOTAS

[1] El sistema hidráulico de campos elevados de cultivo, también conocido con el nombre de camellones, fue un sistema agrícola utilizado por diversos grupos prehispánicos en América, específicamente en áreas altamente inundables. Consistía en la elevación del terreno de cultivo mediante la construcción de plataformas elevadas en tierra con el fin de mantener secas las raíces de las plantas, intercaladas por canales que le daban manejo a los excesos de agua producidos por los desbordamientos de los ríos o por el alto nivel freático del suelo. Los muiscas y sus antecesores construyeron un vasto sistema agrícola de camellones en la Sabana de Bogotá, debido precisamente al carácter inundable de esta planicie. Ver en Rodríguez Gallo, Lorena. 2019. La construcción del paisaje agrícola prehispánico en los Andes colombianos: el caso de la Sabana de Bogotá. SPAL, 28.1: 193-215. FUENTE.

[2] Ese puente de madera tal vez sea el mismo que se puede observar en el mapa de 1614 (ver fig. 2), dibujado casi en forma tridimensional a la izquierda del pueblo de Fontibón.

[3] Juan Bautista Coluccini (Coluchini en su versión española) es reconocido fundamentalmente por haber dirigido la construcción del edificio de las Aulas y de la iglesia de San Ignacio en Bogotá, pero a lo largo de su vida tuvo varios encargos para la construcción o reparación de iglesias y puentes, especialmente en la Sabana de Bogotá. Ver: S.A. “Un arquitecto, una obra”. Credencial Historia. Versión digital. Recuperado de FUENTE.

[4] Ver en Hernández de Alba, Guillermo. 1985. “El río Bogotá a través de la historia” En: El río Bogotá. Villegas Editores. Pp 39-76. recuperado de FUENTE.



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