En el suroccidente de la Sabana de Bogotá, en inmediaciones de la Hacienda Fute (municipios de Soacha, Bojacá y Mosquera), se presenta un excepcional fenómeno meteorológico debido a la alta presencia de neblina en este sector, que llamó la atención a viajeros e ilustrados del siglo XIX y comienzos del XX. Aunque no se conocen reportes actuales, es probable que este fenómeno se siga presentando y que también haya inspirado mitos y obras (¿arte rupestre?) de los grupos indígenas antiguos de la zona, así como leyendas entre la población local actual.
Al amanecer del 15 de enero de 1878, mientras se dedicaba a recorrer los terrenos de la Hacienda de Fute, al occidente de la Sabana de Bogotá, en búsqueda de “piedras marcadas con ocre rojo” y huesos de “animales antediluvianos”, Lázaro María Girón fue testigo de un “majestuoso” fenómeno meteorológico que, al parecer, no se ha vuelto a reportar hasta la fecha:
“[…] situados sobre la cúspide de la primera colina que se levanta al NO de una pequeña casa próxima a la de los señores Arroyos, nos complacíamos en observar la densa capa cenicienta de nieblas que se levantaba de las vecinas regiones bajas por donde corre el Bogotá, después de saltar por Tequendama; nieblas cuya dirección era próximamente de oeste [Fig.1]. Acababa de salir el sol, y la sombra de nuestro cuerpo, después de prolongarse por la colina, fue a proyectar la parte superior, indecisamente, sobre la espesa pantalla de brumas que avanzaban barriendo la llanura. Bien pronto distinguimos, llenos de sorpresa que esa sombra estaba rodeada por una aureola luminosa de inciertas tintas; nos vino entonces á la memoria el curioso fenómeno descrito por La Condamine, Bouguer, Godin y Ulloa, y comprendimos que estábamos presenciando el meteoro llamado por los físicos antelia” (Girón, 1883).
Fig. 1. “Croquis del sitio donde se ve la antelia”. Dibujo de Lázaro María Girón, grabado por Greñas. Papel Periódico Ilustrado, 1883.
Girón, de origen valluno pero radicado en Bogotá, fue escritor, artista, crítico de arte y en suma un viajero ilustrado, verdadero arquetipo de su tiempo. La mayor parte de su obra quedó consignada en artículos publicados entre 1882 y 1888 en el Papel Periódico Ilustrado, en los cuales bascula entre la ciencia y el arte, abordando temas tan disímiles como el estudio de la lengua de los indios Achaguas, la heráldica hispánica de las poblaciones neogranadinas, la marimba del Pacífico o el Santuario de Las Lajas; todos tratados bajo la óptica heredada de la tradición fundada por la Comisión Corográfica, una mirada en conjunto del territorio y una valoración positiva del paisaje pero descrita a partir de las formas literarias propias del romanticismo. Al respecto continúa así la descripción de la antelia:
“Cuán majestuoso se presenta este meteoro [1], que ofrece al espectador atónito la vaporosa forma de una sombra que se coloca á su frente, é imita todos sus movimientos, y de cuya cabeza brotan resplandores de delicados matices. La trasparencia de los tintes, que parecen formados con los cortinajes de una aurora boreal; los cambios de la aureola, que ya enciende sus arcos de oro, esmeralda y púrpura, ó ya se apaga y casi desaparece; los copos blancos de niebla, que los rodean, y que la luz dora con apacibles rayos, forman un conjunto tan imponente y magnífico, que visto una vez, nunca se olvida, porque ya nada puede borrarlo de la imaginación” (Girón, 1883). [Fig.2]
Fig. 2. “La antelia en fute”. Dibujo de Lázaro María Girón, grabado por Greñas. Papel Periódico Ilustrado, 1883.
“Hicimos una rápida excursión por el SO de la Sabana de Bogotá [...] pero lo que más grande sensación nos produjo, por su novedad fue la vista de un meteoro majestuoso, con el que parece [...] que el cielo quisiera hacer la apoteosis del espectador”. Lázaro María Girón, enero de 1878.
Más conocido como “Espectro de Brocken”, la antelia (del griego anti, enfrente y helios, sol; opuesto al sol), es un fenómeno meteorológico que se produce al momento en que la luz del sol incide sobre un objeto y este proyecta su sombra magnificada sobre la niebla o un banco de nubes, con la particularidad de rodearse de un halo que refleja los colores del arcoíris. (Fig. 3 y Fig. 4 -Video).
Fig. 3. Espectro de Brocken. Cima del Peñalba. Valle de Mena. España. Grupo Kromagnones. Foto: Gontzalff, Wikimedia Commons, 2014. FUENTE.
Fig. 4. Video de un avistamiento del espectro de Brocken publicado por Jim Ramsay, Febrero 12 de 2021.
El fenómeno debe su denominación actual a Johann Silberschlag, quien hacia 1780 lo presenció en el monte Brocken (Alemania) y describió en su obra Geogonía o Explicación del Mosaico de la Creación según fundamentos físicos y matemáticos. Sin embargo, este ya habría sido reseñado en 1730 por Antonio de Ulloa en una expedición al monte Pambamarca en los andes ecuatorianos:
“Mientras el cerro estaba envuelto en densas nubes, que con la salida del sol se disiparon y solo quedaron a la vista los tenues vapores. El lado opuesto donde salía el sol en la misma montaña, a la distancia, parecía un espejo que representaba la imagen de cada uno de nosotros, y centrado en nuestra cabeza, formaba tres Lirios concéntricos” (FUENTE). (Fig.5).
Fig. 5. Descripción de los “Círculos de Ulloa” observados por Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1730). Detalle de un grabado publicado en Voyage historique de l'Amerique Meridionale, 1752 "Pl. XV". FUENTE.
Esta excepcional y espectral aparición suele resultar tan significativa que en el pasado habría inspirado mitos, leyendas y diversas manifestaciones de la cultura popular alrededor de todo el mundo (FUENTE). En nuestro contexto sabanero se puede citar la observación que hizo Liborio Zerda (ca. 1882) sobre el salto de Tequendama, de cuyo fondo “surgieron fantasmas tradicionales que probablemente fueron las antelias que en los contornos de este sitio, al levantarse el sol, se dibujan en la bruma del Tequendama”. Miguel Triana en La Civilización Chibcha (1922), acota una cita, que adjudica también a Zerda, en que se relaciona este fenómeno con las deidades indígenas:
“Para la imaginación de los Chibchas, ¿qué significación tendría ese espectro? ¿Verían esa fotografía natural de su cuerpo proyectado sobre las brumas del Tequendama, el espíritu de alguno de sus dioses o sería la sombra aterradora de algún gigante sobrenatural o de algún Mohán de sus tradiciones?” (Zerda, en Triana, 1922).
Triana adhiere a las observaciones de Zerda insinuando que la figura reflejada pudo inspirar la imagen del dios civilizador Bochica quien, según la mitología muisca recopilada por los cronistas del siglo XVI, creó el salto de Tequendama, y su figura se suele asociar o representar con el arcoíris. Idea que plasmó en una de las ilustraciones de su libro (Fig.6):
Fig. 6. “Origen del mito de Bochica” Dibujo de Cano en Triana, 1922
La noticia de una antelia en la Sabana por parte de Girón fue consignada en su momento como un fenómeno natural digno de ser “detenidamente estudiado por personas competentes” (Girón, 1883); al igual que debió estimular la imaginación de los antiguos indígenas de la región que pudieron incorporarla a su explicación del mundo a través de sus mitos y quizás plasmarla en su cultura material. En ambos casos, la motivación fue la misma, intentar explicar el mundo y sus fenómenos pero sin dejar de sorprenderse sensiblemente por los luminosos detalles con que, a veces, la naturaleza premia a sus pacientes observadores.
Siguiendo el espíritu de Girón, a quien también se le puede atribuir la primera investigación enfocada en el arte rupestre que con decidido carácter científico se llevó a cabo en el país (Girón, 1892), cerramos esta nota con una insinuación: si aún en el presente la aparición de la antelia llama poderosamente la atención, e incluso puede detonar profundos imaginarios que sugieren la manifestación de lo sagrado a través de una suerte de hierofanía [1], tal vez también en el pasado este fenómeno pudo llevar a los grupos indígenas a maravillarse con la expresión de lo sobrenatural y a alimentar sus más sublimes necesidades simbólicas o sentimientos religiosos. Sabemos que ellos dejaron plasmados grabados y pinturas en rocas y abrigos de la región, y aunque desconocemos su significado, y no hay hasta el momento una explicación certera sobre lo que expresan, es claro que se trata de la manifestación simbólica de las múltiples dimensiones de su pensamiento. Es el caso de este grabado que se encuentra en el actual municipio de El Colegio, en cercanías del Salto de Tequendama, río Bogotá abajo. ¿Se podría acaso tratar de la representación de la antelia? (Fig.7).
Fig. 7. ¿Antelia? Grabado rupestre (petroglifo) en El Colegio. Foto de Álvaro Botiva, 2000.
Petición al lector: si por casualidad usted ha visto o tiene noticia de la antelia en algún paraje al occidente de la sabana de Bogotá, se agradecería el envío de su comentario a divulgarkpatrimonio@gmail.com , o dejar su comentario al final de esta entrada. Muchas gracias.
Notas:
[1] Meteoro: “Meteor. Fenómeno atmosférico, que puede ser aéreo, como los vientos, acuoso, como la lluvia o la nieve, luminoso, como el arco iris, el parhelio o la paraselene, y eléctrico, como el rayo y el fuego de Santelmo” . Diccionario de la Real Academia Española, en línea.
[2] La hierofanía es la manifestación de lo sagrado, en palabras de Mircea Eliade, quien acuñó el término, una hierofanía es “la manifestación de algo ‘completamente diferente’, de una realidad que no pertenece a nuestro mundo, en objetos que forman parte integrante de nuestro mundo ‘natural’, ‘profano’ ”. Eliade, Mircea. Lo sagrado y lo profano, Ed. Guadarrama. pp 18, 19. Madrid, 1973 [1957].
Referencias:
Girón, Lázaro María. Las piedras grabadas de Chinauta y Anacutá. Informe del Auxiiar de la Comisión 3ª. De las Exposiciones de Madrid y Chicago. Imprenta de Antonio M. Silvestre, Bogotá, 1892.
Girón, Lázaro María. “Una Antelia en la Sabana”. Papel Periódico Ilustrado. No.40, año II, Bogotá, 5 de mayo de 1883.
Zerda, Liborio. El Dorado. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. Editorial Cahur. Bogotá, 1947 [ca, 1882]
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